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lunes, 9 de marzo de 2015

...y libranos del mal

Sergio conversa con El Patrón.
-¿No viste la moto nueva?- pregunta.
-No- responde Sergio, sin el mínimo deseo de entablar una conversación ni la mínima hipocresía de demostrar interés, aunque sea por beneficio propio laboral/salarial.
-Bueno, está acá afuera. Vení, que te la enseño...
Sergio lava dos o tres cucharas más. Quedan apenas plateadas. Apenas limpias. Pero no le importa. Sale.
Afuera, una Yamaha 150 cc reluce roja y negra. Reluce solo en algunas partes, en otras le da la sombra del jacarandá de la vereda.
-¿yyyyyy? ¿qué tul? -pregunta El Patrón.
-Se, buenísima. Me encanta
-¿Sabés cuanto salió?
-No. ¿Cuánto?
-Nada: 10 gambas y media.
-...
-Nada. 
Sergio no sabe nada de motos pero lo intenta aparentar. Le da una vuelta, como se la daría un perro que estuviera por mearla. No le importaría meársela, piensa, pero únicamente cuando Él no esté ahí, mirándolo. 
-¿No tenes el auto vos?
-Sí, pero no es lo mismo. No es lo mismo. Estamos en octubre, Sergio. La moto en verano es una maravilla, la libertad (...)
El desvarío continuó por tres minutos más. Intrascriptibles. 
-Sí,sí, obvio. En invierno no se puede: la lluvia, la escarcha, el clima.
-¡Vos tenes que comprarte una, chabón!
-...
-Ya te la vas a comprar.
Él Patrón se revuelve el pelo con la mano izquierda y entra al local. Sergio siente la tentación de rayarle todos los plásticos a la moto. Todavía le queda, mojada y tibia, una cucharita de café en la mano.
 
 

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