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viernes, 27 de marzo de 2015

LO UNO, LO MISMO.

La Similitud no es siempre armoniosa, aunque sea un síntoma de la simetría de la creación (sabemos que el cielo es el espejo de la tierra, también sabemos la irritación que le causaban los artistas a Platón, pues querían imitar blasfemamente lo Ideal). 
En algunos casos, exepcionales pero no por eso merecedores del descrédito, la Similitud es una de las cualidades del Horror. Pensemos, por ejemplo, en los Doppelganger, aquella denominación que ya lleva algunos siglos vagando por las literaturas. Pensemos, también, en la indignación de un enamorado al descubrir que alguien más -un Otro- posee el nombre, la cara o las mañas del objeto de su amor.
El caso es que Marcelo no supo o no entendio esto hasta el día en que cruzó a su madre:
Por la vereda contraria, aquella en la que la sombra abrigaba el asfalto, caminaba vestida con una campera verde. Marcelo la saludó con efusividad  y luego recordó que su madre estaba, hace tiempo, muerta. Bajo la mano con verguenza. El espectro sonrió, sin ánimo de devolver el saludo.


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