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martes, 17 de febrero de 2015

SOBRE BORGES, WALSH, CERVANTES Y CORTÁZAR

Ricardo Piglia, en sus clases sobre Borges dictadas en la Biblioteca Nacional, las cuales se transmitieron por la TV Pública, y que yo ahora miro por Youtube, afirma que el cuento de Rodolfo Walsh "Nota al pie" es producto de una lectura de "Tlon, Uqbar, Orbis Tertius" de Borges. En ambos textos, existe una instancia que -como un germen- comienza a invadir, hasta deglutir, hasta abarcar, otra. 
Existen diferencias, claro. En el caso del texto de Borges, esa instancia es, en una primer momento, un saber -todos conocemos la historia de la enciclopedia de Bioy Casares. Ese conocimiento, que es, a la vez, un continente y que es Tlon, comienza a abarcar el mundo de Borges hasta, como dice el autor dice en las últimas líneas, "el mundo será Tlon". 
En el texto de Walsh, se exponen dos discursos. Uno como "narración ordinaria" y el otro como forma de una, justamente, nota al pie. A medida que la historia avanza, la nota al pie comienzan a ganar líneas, a "ganarle la página" al otro texto. 
Yo quiero establecer ciertos antecedentes de esta forma de narrar. Quizás, como expuso Borges en su ensayo "Kafka y sus precursores", la lectura de un autor establece, delimita y determina lecturas de autores anteriores. Pero eso, como dice Karina Jelinek, se los dejo a su criterio. 
El primer texto es de Macedonio Fernández. Se llama "El zapallo que se hizo cosmos". Éste cuento, olvidado fuera de las aulas de los colegios secundarios, es claro ejemplo del método utilizado por Borges, primero, y por Walsh después. La trama es simple, y casi está resumida en el título: un zapallo chaqueño crece tanto que no deja nada fuera de él. Una alegoría del universo.
El segundo antecedente es más lejano. Está en el Quijote. Quizás este sea mas "agarrado de los pelos". Pero figúrense ésto: Un hombre que, de tanto leer libros de caballería, empieza a actuar como si viviera en ellos. Por primera vez en la historia literaria, y en la historia de las ideas, se explicita el mecanismo de un contenido que ingresa en la conciencia de un individuo y crea un "sistema de representaciones" que incide en su manera de relacionarse con el mundo. Los libros de caballería delimitan la praxis posterior de la vida del Quijote. 
Otro ejemplo sería el cuento "Casa tomada" de Julio Cortázar en el cual la presencia invasora es, en este caso, hostil y humana. 
Les dejo esta idea para que me comenten en qué otros textos se puede encontrar el mecanismo de un contenido que se convierte, en el progreso de la trama, en su propio continente. 

viernes, 13 de febrero de 2015

SOBRE LA CIUDAD Y EL PUEBLO

Mi búsqueda de temas para una novela, cuento o poemario está siendo, por el momento, cuanto menos, infructuosa.
A veces, cuando estoy cansado, culpo al lugar en el que vivo. Porque, en una ingenua hipótesis, se puede inferir que en los pueblos existen menos estímulos. Menos disparadores de lo que podría llegar a conformarse como una historia. No sé si es verdad. En la ciudad hay más estímulos -visuales y de los otros- y pareciera, más historias, más personajes locos que andan de un lado al otro, que gritan en el medio de la calle. Capaz que estás doblando una esquina y encontrás a un tipo muerto de un balazo. Por supuesto, eso estimula a la imaginación. En el pueblo, en cambio, las historias parecen enterradas. Están, pero enterradas. Hay que salir a buscarlas, hablar con gente. Cuesta más trabajo.
Por otra parte, la mayoría de las historias de los pueblos suelen ser dramas familiares. ¿Cómo no lo serían? Es un lugar en el que tu familia es, cuanto menos, el 10% de la población -casi nadie sobrevive a eso. Por eso las novelas provincianas son aquellas como Madame Bovary, Ana Karenina, las de Juan José Saer. Infidelidades, problemas de herencia, de corrupción. Un hermano que estafó al otro, por ejemplo. Un policial, por decir algo, no podría escribirse en un pueblo -aunque "Blanco Nocturno" de Ricardo Piglia exprese lo contrario. ¿Por qué no? Porque a los tres días ya sabés quién fue. Y si es un crimen pasional, peor. Listo, vas a la casa del tipo y lo encerrás. Incluso Piglia, en el libro que antes mencioné, tuvo que insertar un elemento externo, un extranjero, un "otro". Porque en los pueblos, la "otredad" no es igual que en las ciudades. El autor tuvo que agregar ese elemento para que surgiera un conflicto en la supuesta calma y armonía del pueblito -creo que era uno de la provincia de Buenos Aires, oh casualidad. 
Se me ocurrió esto: un pueblo es como un cuento, y una ciudad como una novela. El pueblo -al igual que el cuento- es cerrado, un mismo ambiente, unos pocos personajes y un sistema de relaciones -registro, imágenes, léxico- monótono, reducido. Tiene fuerza, eso sí. En sus límites radica su potencial.
La ciudad, como la novela, está abierta. Es por definición polifónica: convergen distintas voces, siempre en conflicto. Hay un registro y un anti-registro. Una dialéctica de las fuerzas siempre emergente. Sobre ellas se edifican las ciudades, no sobre esa sobriedad ingenua de asfalto que llamamos calles.
No sé, esto es lo que tengo por ahora.