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viernes, 27 de junio de 2014

Oda a la cotidianidad

¿De qué colores veremos
los conventillos en el cielo?
No sería el paraíso sin el ruido
de eclécticos peatones 
masticando un choripan. 
O sin el dulce olor del vino
tinto que viaja 
en los colectivos vespertinos.
Mañana el sol seguro
-seguro como un pibe que
se juega la vida
por un televisor,
y algo más-
bañará todas las esquinas
de todas las pancitas amargas.
¿Y qué podemos hacer?
Nada.
Ni escribir, ni rezar.
Ni cantar con las hinchadas
los cantitos de insultos
habituales en partidos
que ya no nos distraen.
Que angostos resultan ser
los pasillos que llevan a la muerte
o al miedo.

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