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jueves, 14 de agosto de 2014

Poema de antología

A veces pienso: me hubiera gustado
haber escrito un poema como esos
poemas
escritos en la noche
-brumosa o blanca o estrellada
noche-
por un autor de la Historia de la Literatura
-esos que tienen una foto y un pie de foto en alguna antología
y pertenecen ya a movimientos
vencidos o perennes quiensabe-.
Pienso que me hubiera gustado haber sufrido
un embargo de niñez
un asalto de desamor o de amor o cualquier cosa
pero no,
no esta
acidez en el pecho,
angustia dilatada
en días y días inacabados
que parecen no comenzar
nunca.
La obligación a la felicidad
no es nada, les digo, nada feliz.
Para hacer un verso
uno bueno de esos que quedan
en la memoria y en los labios y en los trabajos prácticos
de tres chicas que salen de la escuela con escocesas
o de dos o tres profesores
de Universidades Estatales
necesitaría
una gillete rozándome el alma
lamiéndome las rodillas y las piernas
enfureciendo el silencio de la casa
revolviendo las estanterías rotas
y los cajones con las bombachas
y corpiños de las nenas.
O ver, acaso, una foto de un 
hombre ahorcado por desdicha,
o por dicha, o por dinero
o por deuda o por juego
o por libros y cine.
(La cultura nos ahorca desde temprano
-nuestra eterna madre cultura-).
¡Quién volvería a las Letras
después de haber sentido el sabor del mate amargo
la suciedad de la grasa en la ropa
del trabajo.


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